La Aldea de San Nicolás, hasta 2005 llamado San Nicolás de Tolentino, es un municipio español perteneciente a la provincia de Las Palmas, en la isla de Gran Canaria.
La capital municipal se llama igualmente La Aldea de San Nicolás, aunque los lugareños la conocen popularmente como La Aldea.
Toponimia
El municipio toma el nombre de su capital municipal, que aparece así denominada ya desde finales del siglo xv.
La idea más aceptada sobre el origen de la advocación que acompaña al topónimo de La Aldea es la que se recoge en la obra de fray Juan de Abreu Galindo, donde el autor indica que a mediados del siglo xiv misioneros mallorquines construyeron en la costa del valle una ermita dedicada a san Nicolás de Tolentino para predicar entre los aborígenes canarios.
Para el profesor Juan Álvarez Delgado el nombre aborigen de la zona sería Artebirgo, que traduce como 'lugar de tiendas o casas', y por extensión aldea, haciendo el topónimo castellano traducción directa del aborigen. No obstante, investigaciones modernas identifican el Artebirgo canario con la zona que ocupan las poblaciones de Barranco Hondo, Lugarejos, Coruña y El Hornillo de los términos municipales de Artenara y Agaete.
Denominado desde sus orígenes como La Aldea de San Nicolás, en 1957 el ayuntamiento, con el objetivo de darle un nombre más «ostentoso y digno de una comunidad próspera», decidió cambiárselo por el de San Nicolás de Tolentino. Este cambio perduró hasta que en 2004 el ayuntamiento inició el expediente para volver a su denominación original, lo que finalmente se llevó a cabo por acuerdo del Cabildo Insular de Gran Canaria el 28 de julio de 2005. El acto oficial protocolario se celebró el 6 de mayo de 2006.
Elementos identitarios
Símbolos
La Aldea posee escudo heráldico y bandera municipal oficiales.
Escudo
El escudo fue aprobado por acuerdo del Consejo de Ministros de 20 de febrero de 1959, siendo su descripción:
Escudo cuartelado. Primero, partido: de gules, castillo de oro y de oro, león de gules. Segundo, de azur, iglesia al natural. Tercero, ondado de azur y plata, un navío al natural. Cuarto, de oro, una espada y una balanza de sable, abajadas de la fecha «1927» de lo mismo. Bordura de plata, con ocho pares de espadas de sable puestas en aspa. Al timbre, corona real abierta. Orlado por dos ramas de palma de sinople. Bajo la punta, cinta de azur con la leyenda «Omnes Labore Uniti» en letras de oro.
Bandera
La bandera del municipio fue asimismo aprobada por la Consejería de Presidencia y Relaciones Institucionales el 28 de agosto de 1997. La bandera queda descrita como «bandera rectangular, verticalmente dividida en su mitad, de color amarillo al asta y negro al batiente. En el centro del paño, el escudo municipal».
Geografía física
Localización
Está situado al oeste de la isla, a 70.9 kilómetros de la capital insular.
El término municipal limita con los municipios de Artenara, Tejeda y Mogán.
La Aldea cuenta con una superficie de 123.58 km², lo que lo sitúa en el 3.er puesto en extensión de la isla.
La capital municipal se encuentra a 33 msnm, siendo el punto más elevado del municipio la montaña de Ojeda con 1 360 metros de altura.
Clima
El municipio presenta un clima seco árido cálido en verano y en invierno Clima templado húmedo , de acuerdo con la clasificación de Köppen.
El mes más cálido es agosto con una temperatura media de 24.1 °C, siendo el más frío enero con 12.3 °C. La temperatura media anual es de 20 °C.
En cuanto a las precipitaciones, La Aldea posee un promedio de 191 mm al año, siendo el mes más lluvioso diciembre con 41 mm, y los más secos julio y agosto, en los que no se registran precipitaciones.
Naturaleza
Zonas protegidas
La Aldea de San Nicolás cuenta con superficie incluida en la Red Canaria de Espacios Naturales Protegidos, estando íntegramente en su territorio la reserva natural especial de Güigüi. Además posee parte del parque natural de Tamadaba y del Parque Rural del Nublo.
Todos estos espacios naturales se hallan asimismo en la Red Natura 2000 como Zonas Especiales de Conservación —ZEC—, siendo también Tamadaba e Inagua Zonas de Especial Protección para las Aves —ZEPA—. En la zona marítima del municipio se encuentran además las ZEC Sebadales de Güigüí y parte de la Franja marina de Mogán, que son también ZEPA.
El término municipal forma parte de la Reserva de la Biosfera de Gran Canaria.
La Aldea posee también parte del monte de utilidad pública de Inagua.
Demografía
El municipio cuenta a 1 de enero de 2017 con 7613 habitantes y una densidad de población de 61,6 hab./km².
Ocupa el puesto número 25.° en población de la provincia de Las Palmas y el 15.° de la isla de Gran Canaria.
Patrimonio
El municipio posee varios elementos patrimoniales:2
Arqueológico
Religioso
Civil
Natural
La Aldea de San Nicolás es consciente de la importancia y relevancia de su gran Patrimonio Cultural. Por ello pretende aquí realizar una descripción del mismo, a través de una breve reseña de los principales lugares de interés, entre los que destaca, su patrimonio arquitectónico, etnográfico, eclesiástico, a sabiendas, del papel importante que este desempeña en su promoción e integración social.
La conservación y la recuperación de gran parte de nuestro patrimonio material tangible e intangible, tiene el claro objetivo de ofrecer una posibilidad más de desarrollo dentro de nuestra localidad, dado que el mismo revitaliza el interés de los habitantes por su cultura.
Es una obviedad hoy en día que el Patrimonio Cultural es una de las principales motivaciones que han llevado a los individuos a desplazarse a otros lugares conociendo así, otras formas de vida, cultura, manifestaciones artísticas, etc.
La Aldea de San Nicolás cuenta con una Comisión Municipal de Patrimonio y Material Intangible, encargada de garantizar la esencia de nuestra cultura. Un tipo de cultura que no se puede tocar, sólo se puede sentir disfrutar de la experiencia que la misma nos ofrece.
Dentro de ese Patrimonio Intangible encontramos el folklore, la interacción entre las personas y, principalmente, nuestras fiestas populares, en la que se encuentra la Festividad de El Charco, única en Canarias.
Casco histórico
Desde La Plaza de La Alameda, hasta la Placeta, pasando por la Calle Real, se concentra principalmente el casco histórico del municipio de La Aldea de San Nicolás.
La Plaza constituye el centro del pueblo a partir de mediados del siglo XVIII. Aquí tienen lugar los eventos históricos más importantes. La Iglesia nuclea las casas del siglo XVIII al XIX y se abre Camino Real arriba, luego ampliado como calle, hasta La Placeta, donde en el siglo XX ya se alinean comercios, escuelas, cafetines, librería – imprenta, horchatería, bancos… La Calle Real se fue desanchando desde principios del siglo XX. Por su margen izquierdo subiendo están las casas del siglo XIX. Por la misma se jalonan varios Museos Vivos del Proyecto de Desarrollo Comunitario de La Aldea.
La Alameda
La primera arquitectura se traza en 1926 en un solar adquirido por el pueblo en 1914. Se le añade en 1935 el Quiosco de la Música. En 1966 se derrumba para construir otra obra que se va modificando hasta la actual estructura. Entre La Iglesia y La Plaza está el punto de encuentro, lugar de paseos, música, conciertos, verbenas y acontecimientos más importantes de la historia de este pueblo.
Recientemente ha sido ejecutada otra obra de transformación y peatonalización y se ha recuperado como elemento arquitectónico una réplica del antiguo Quiosco de La Música.
La Iglesia Parroquial
Templo terminado en 1972, en el solar que ocupaba la antigua ermita ampliada en 1700 y derruida en 1961. Se encuentra dentro del neo – funcionalismo canario de mediados del siglo XX con ciertos elementos arquitectónicos tradicionales: torres tejadas, óculos, rosetones, balcones de madera…
La Casa del Balcón
Vivienda construida junto a la antigua Casa Parroquial, hacia 1824, que presenta elementos de la arquitectura tradicional en sus huecos, techumbre y sobre todo en el balcón que le da nombre. En ella, a principios del siglo XX, se hallaba la Pensión de las Narcisas, la primera del pueblo. Al lado se encuentra la Casa Parroquial construida a finales de los años sesenta.
A partir de la boca calle Matías Vega, La Calle Real se desancha entre 1920 y 1950, en el Cercado del Curato.
El Ayuntamiento
Obra inicial del maestro de obras Simeón Rodríguez, Pancho Rosales, con el empleo de los bosques de cemento prensado, almohadillados, a principios de los años treinta. La Aldea cuenta con Ayuntamiento constitucional desde 1812 y antes con alcalde real, diputados y otros cargos premunicipales.
Centro Municipal de Cultura (Cine Nuevo)
Es la obra arquitectónica más importante de mediados del siglo XX en La Aldea, de estilo racionalista o funcionalista. Con una cabida de 700 butacas fue una obra emblemática y punto de encuentro social además de uno de los cines más importantes de la isla, tras su apertura el 18 de marzo de 1959. Aparte de cine hizo de teatro y escenario de diversas actividades culturales.
El edificio fue adquirido por el Ayuntamiento. Hoy en día se ha convertido en el Centro Municipal de Cultura, con un aforo de 475 plazas y continúa siendo el centro donde se desarrollan las principales actividades culturales, artísticas del municipio.
La Sociedad – Centro Cultural y Recreativo (1928)
Se fundó en 1928 como Centro Cultural y recreativo de San Nicolás. Se convirtió en el centro y punto de encuentro social del pueblo hasta finales del siglo XX (lecturas, bailes, conferencias…) Junto a la misma estaba en antiguo campo de fútbol.
La Iglesia, Cementerio de la Iglesia, Cementerio Municipal, Cementerio de Tasarte, La Cruz del Siglo, La Cruz de María, Las Cruces.
Red de Museos Vivos
Se trata de una de las experiencias museísticas más novedosas y enriquecedoras. Distribuidos, entre otros, en La Gañanía, La Escuela, El Almacén de Tomates, La Tienda de Aceite y Vinagre, El Molino de Gofio, La Zapatería, La Barbería, La Medicina Rural, El Centro Alfarero y La Música, donde los niños, jóvenes y adultos de Canarias pueden disfrutar un día con las tradiciones: ordeñar, arar, trillar, amasar, hacer el queso, conocer en vivo todas las tradiciones artesanales recuperadas de nuestro pueblo, visitar una escuela tradicional, un almacén de tomates, la tienda de aceite y vinagre, etc.
Todo esto ha sido posible gracias a la participación en todas las actividades de los mayores del pueblo de una forma desinteresada y altruista: su filosofía es que la cultura tiene que estar al alcance de todos y no tiene precio.
Más información en Proyecto Cultural de Desarrollo Comunitario La Aldea
Los Caserones
El poblado indígena conocido como Los Caserones es uno de los de mayor envergadura de la isla y fue declarado Bien de Interés Cultural el 7 de febrero de 1986. Las casas presentaban planta circular u oval en el exterior y forma cruciforme en el interior, con gruesos muros de piedra.
Una vez practicado el método del carbono-14, para determinar su antigüedad, arrojó un período comprendido entre el año 60 d.c. y el 810 d.c., cronología que podría responder a los inicios y abandono del poblado.
Hoy en día son visibles un pequeño reducto de casas de piedra y túmulos funerarios, que conviven en el mismo emplazamiento, muy cerca de la costa y a orillas de la corriente de agua que discurría por el cauce del barranco.
El asentamiento se complementa con una zona de necrópolis de peculiar arquitectura a base de semicírculos que rodean a un torreón central. La distribución de las sepulturas demuestra la existencia de una jerarquización, donde los varones ocupaban los lugares de mayor relevancia.
El túmulo del Lomo de Caserones ha sido vallado y acondicionado para ser visitado por vecinos y turistas. Lomo de Caserones es un espacio funerario colectivo integrado por seis sepulcros individuales en cistas (cajón funerario de piedras). El conjunto se organiza en torno a una tumba principal que ocupa la parte más alta del emplazamiento; esta cista albergaba a un hombre adulto y presenta la particularidad de tener el suelo enlosado. A su alrededor se disponen los restantes enterramientos que acogían cuatro mujeres y un niño de unos pocos meses de edad. Esta disposición ha sido interpretada como la evidencia de una cierta jerarquía, y tal vez como la expresión de los lazos de parentesco entre las personas que aquí fueron enterradas.
La única datación disponible sitúa el uso de este conjunto entre los siglos XIII-XIV (1220-1390 d.C.).
Los esqueletos que se observan son reproducciones con una finalidad didáctica.
El Charco
El Charco de La Aldea se localiza en el extremo occidental de Gran Canaria, en el término municipal de La Aldea de San Nicolás, junto a la desembocadura del Barranco de La Aldea.
Esta desembocadura constituye una especie de estuario hundido a consecuencia de los diferentes movimientos en la vertical de la isla de Gran Canaria, en el marco de las diversas regresiones y transgresiones marinas ocurridas a lo largo de varios millones de años.
Las diferentes alteraciones geomorfológicas ocurridas entre el Pleistoceno Final y el Holoceno determinaron la formación de una gran laguna costera que se adentraba casi medio kilómetro hacia tierra.
La formación de El Charco constituye lo que popularmente se conoce como “marciega”, producida por la inundación y encharcamiento de agua de procedencia marina, en combinación con los aportes de las periódicas escorrentías del barranco que se producen como consecuencia de las lluvias.
Lo que en la actualidad denominamos El Charco, constituye una pequeña laguna que se encuentra ocupando el centro de la desembocadura del Barranco de La Aldea, a escasos metros del mar y con una salida hacia el mismo, del que está separado por un frente de cantos rodados (callaos) marinos. La profundidad habitual del Charco no suele superar los 1,50 metros de altura y el fondo está formado por depósitos sedimentarios y cantos rodados procedentes del arrastre del barranco.
En el capítulo histórico-etnográfico El Charco, y la fiesta popular asociada a este enclave, se han conformado como una muestra de la pervivencia de prácticas culturales prehispánicas, en concreto de la pesca mediante la técnica del “embarbascado”. La misma consistía en el vertido del látex de determinadas plantas, como el cardón o la tabaiba, que produce un efecto sedante en los peces facilitando su captura. Se trata de una técnica de pesca que continuó usándose en diferentes zonas de Gran Canaria, al menos hasta la primera mitad del siglo XX, como así lo atestiguan diversas referencias históricas (J. Viera y Clavijo, V. Grau-Bassas, etc.). Así, éste parece ser el origen de la fiesta, que presenta un sustrato prehispánico que da contenido a la celebración pagana. No en vano, en el entorno de El Charco se localiza uno de los asentamientos prehistóricos de mayor entidad de la isla, para el que en el siglo XIX se cita la presencia de más de 800 construcciones (casas, túmulos, goros, etc.) en el lugar hoy conocido como Los Caserones.
El desarrollo de la técnica de pesca del embarbascado, incorporaba un componente festivo-simbólico que se materializa en la celebración de la tradicional fiesta de El Charco en La Aldea de San Nicolás, en el contexto de sus celebraciones patronales, erigiéndose como uno de los elementos de mayor significación y tradición de Gran Canaria, aunándose en dicha práctica elementos patrimoniales de carácter material e inmaterial.
Las noticias documentales más antiguas que hacen referencia a esta celebración, nos llegan del Obispo Delgado y Venegas en el año 1766, que tras visitar el pueblo prohíbe bajo pena de excomunión y multa “que ninguna mujer se entre en el charco cuando se embarbasca ni en otra ocasión juntamente con los hombres, y a estos debajo de las mismas penas no lo hagan delante de las mujeres desnudándose enteramente y para esta excursión”. En este texto se da cuenta, además, del carácter de celebración que tenía dicha práctica.
Cada once de septiembre los vecinos se concentran en el entorno de El Charco para rememorar el contenido de la fiesta, si bien ya sin la práctica del embarbascado. Este enclave se convierte, en dicha fecha, en referencia colectiva para los vecinos de La Aldea, concentrando además a un gran número de personas de la comarca y de toda la isla. En la actualidad, en el marco de la celebración de la fiesta, el perímetro exterior de El Charco se marca con una línea de cal que no puede ser sobrepasada hasta que, a las cinco de la tarde, un cohete lanzado por el alcalde da la señal de aviso. A partir de ese instante, los participantes se lanzan al agua, algunos de ellos portando cestos o “guelderas” para atrapar a los peces (lisas) que se encuentran en El Charco, rememorando así el origen de la festividad. Quienes se introducen en el agua tratan de llevar a su interior a los que permanecen en la orilla mirando, en un ambiente divertido y festivo.
Sin duda, El Charco concentra un singular valor patrimonial, aunándose en un mismo espacio importantes valores históricos y etnológicos, tanto materiales como inmateriales, de fuerte arraigo en la población, que transgrede las fronteras municipales.
Patrimonio cultural
La costa del municipio de La Aldea de San Nicolás se dibuja por una recortada línea costera de 32 km comprendida entre El Andén Verde (municipio de Artenara) y Los Secos (Mogán), y unos acusados y quebradizos perfiles; todo un conjunto de alternantes cantiles con caletas y playas por donde desembocan decenas de barrancos, producidos por el continuado retroceso de la erosión marina a lo largo de más de 14 millones de años sobre la parte geológicamente más antigua de Gran Canaria.
Bajas, caletones y puntas en el mar junto a una tierra montañosa de alzados, planos, bocanas de barrancos en V, estratos volcánicos seccionados por diques (chimeneas), conos volcánicos enterrados que afloran en los cantiles… definen a un espacio costero de lo más impresionante y sugestivo de Canarias y el más natural y didáctico de los libros de vulcanismo y geomorfología.
Está dentro del Parque Natural de Tamadaba y constituye el primer tramo costero de Norte a Sur definido por una línea de crestas montañosas cortadas casi en vertical sobre el mar separadas por degolladas, que son valles decapitados por el retroceso de la costa y por un desplome gigantesco de la isla, que abarca todo el arco costero de Agaete a La Punta de La Aldea. Es una zona rica en pesca y marisqueo, pero peligrosa en su tránsito.
Su amplia panorámica se puede apreciar bien por carretera, desde los miradores de El Andén Verde o El Paso de Marinero (también conocido como Mirador del Balcón), o bien por el sendero que discurre desde El Almacén de El Muelle hasta la Punta de La Aldea.
Es una de las ensenadas más encantadoras de Gran Canaria, completamente virgen, de arena negra, a la que se puede acceder por una senda de montaña, desde El Almacén de El Muelle, o por la misma plataforma marina que parte de El Muelle; siempre con mucha precaución por desprendimientos y zonas resbaladizas.
La Playa de El Puerto fue un puerto natural utilizado por las embarcaciones de vela en tiempos pretéritos, con el nombre de El Puerto de El Perchel (nombre del lugar donde se amarran los barcos). Desde El Puerto parten caminos que suben hasta las degolladas que dan a La Punta de La Aldea, desde donde se puede apreciar en toda su dimensión el arco costero del noroeste de Gran Canaria.
Siguiendo la plataforma de El Puerto a La Punta de La Aldea, se encuentra a pocos metros El Bufadero, nombre dado a un caletón donde el aire comprimido por la presión del agua del mar sale por un agujero con fuerza y ruido descomunal, como si se tratara de un dragón marino.
Es la playa principal del municipio, la más humanizada pero que aún mantiene su encanto de un estuario hundido en tiempos geológicos lejanos. Conforma la bocana del valle de La Aldea y de la cuenca hidrográfica de Tejeda-La Aldea, la más extensa de Canarias.
La Playa de La Aldea dispone de diferentes espacios de baño y de zonas (El Muelle, la playa de La Caletilla, la playa de Las Barquillas, Bocabarranco de El Charco, El Roque…). Aparte de ser un núcleo urbano de pescadores dispone de espacios históricos, cada uno con paneles explicativos.
Desde la misma parten diversas líneas de senderos hacia El Puerto, La Punta de La Aldea, El Roque, La Marciega-El Charco y Las Manchas (espacioso humedal de gran importancia por la afluencia de aves migratorias).
Por La Marciega cruza el paralelo 20º 00′ 00″, de larga historia en la navegación marina hacia las Américas empleado por primera vez por Cristóbal Colón en su gran descubrimiento, en 1942.
Constituye el siguiente tramo marino, dirección sur desde La Playa de La Aldea hasta la zona de Guguy. Es la línea costera de la Reserva Natural Especial de Güigüi y del gran macizo montañoso del suroeste de Gran Canaria.
Su altura en vertical sobre el mar, las formaciones geológicas en horizontal (coladas de lavas) de variados colores, los diques o farallones (chimeneas volcánicas) y conos volcánicos enterrados, ambos descubiertos por la erosión, conforman otra de las panorámicas marinas más impresionantes de Canarias y quizás del mundo de territorios volcánicos.
Sólo puede observarse desde el mar o desde el camino que desde El Almacén de El Muelle llega a El Puerto (La Aldea).
Constituyen tres franjas de playas arenosas y vírgenes,ubicadas en las bocanas de los barrancos del Macizo del Suroeste.
Peñón Bermejo toma nombre del color rojizo de sus riscos volcánicos por la oxidación atmosférica y composición ferrosa de las lavas originarias de aquellos primigenios volcánicos.
Guguy es término del antiguo lenguaje indígena canario que significa por analogía con los que aún existen en los territorios africanos de habla bereber que traducido al castellano significa arco montañoso. Este topónimo se repite en otros sitios montañosos del oeste de Gran Canaria. Al transcribirse de la lengua indígena al castellano en el siglo XVIII, erróneamente se hizo como Güigüi y así se pasó a los mapas, pero hoy se intenta recuperar la grafía de Guguy.
Las playas de Peñón Bermejo, Guguy Chico y de Guguy Grande son más espaciosas y de panorámicas espectaculares, como si de un paraíso perdido se tratara. Pero la afluencia de visutantes, a pesar de que sólo de puede acceder por largos senderos desde La Aldea o desde Tasartico o por mar, va restando su encanto de soledad.
El valle de Guguy Grande fue un lugar poblado hasta mediados del siglo XX, e incluso en 1904, la multinacional frutera de Fyffes construyó un almacén de empaquetado de tomates y plátanos que eran embarcados por un cable aéreo hasta los vapores anclados en la playa.
Lugar de encanto, de cuentos y de leyendas tiene como principal episodio El Cuervo de Zamora, relativo a un extraño sonido relacionado con almas en penas y dineros ocultos.
Constituye el tramo costero inaccesible comprendido entre Guguy y Tasartico, que mantiene la estudiada espectacularidad de los acantilados del oeste de Gran Canaria; aquí quizás en su grado superlativo por la cantidad de estratos lávicos horizontales seccionados por una tupida red de canalizos verticales (de ahí el topónimo), las estudiadas chimeneas volcánicas surgidas en la etapa juvenil de la formación geológica de Gran Canaria (-14 a -9 millones de años).
La erosión marina sobre estos acantilados dejan testigos como raques, coletones y otras formaciones curiosas que dan nombre por aquí como Punta de Las Tetas y Punta del Descojonado, el punto más meridional de Gran Canaria, donde comienza el cuadrante marino del Mar de las Calmas de Canarias, en contraposición de los mares del Noroeste, más influenciados por los vientos alisios y la Corriente Fría de Canarias.
Constituye la siguiente ensenada tras sobrepasar el Macizo de Guguy. Está en la bocana del barranco de Tasartico y conforma una playa de callados, un mar tranquilo y muy propicio para la pesca. Existe a pocos metros del mar un camping.
En esta playa también se llegó a empaquetar tomates a principios del siglo XX, en una gran oquedad que está en el margen izquierdo de la misma: La Cueva del Dinero, cargada de leyendas.
De Tasartico, dirección sur hacia Tasarte, por el tranquilo Mar de las Calmas, continúan dibujándose los perfiles costeros estudiados de la parte más antigua de Gran Canaria, donde aparecen algunas calas y desembocaduras de barrancos colgados entre la poderosa línea de altos acantilados.
La solitaria e inaccesible Playa de Las Aneas es la de mayor dimensión, mantiene la misma estructura de playas de piedra rodada y el encanto de este mundo perdido de Gran Canaria.
Es la siguiente ensenada importante, que constituye una larga playa de callados, humanizada, con un restaurante y algunas casas.
Los materiales volcánicos del ciclo antiguo o etapa de formación juvenil, más ácidos, tienen un color más claro que los vistos hasta ahora, dando un nuevo contraste de color a la costa del municipio.
Esta zona fue de gran desarrollo agrícola (plátanos, tomates, frutales…) por lo que se instalaron varios almacenes de empaquetado, el más antiguo, de principios del siglo XX, es el de la multinacional frutera de Fyffes, que subsiste.
La mar a este nivel sur aparece aún más tranquila y de temperatura ideal para el baño. Está muy concurrida, sobre todo los fines de semana, a la que se llega por una carretera asfaltada.
A pesar de la señalada humanización de este territorio, sus perfiles montañosos siguen manteniendo la singularidad y el encanto estudiado, con el contraste de colores violáceos, rojizos y claros en las cúspides.
Encantador lugar situado junto a La Playa de Tasarte, al que se accede en marea vacía por un cuevón abierto.
Es una pequeña franja de callados en la base de un acantilado. Toma nombre porque en pretéritos tiempos solían encontrarse trozos de ámbar de origen animal (cálculos cetáceos).
Se trata de la última playa dirección hacia el Sur, en pleno Mar de las Calmas, a la que se accede desde Tasarte o desde Veneguera por una senda, la cual en su centro geográfico, marca el lindero municipal entre La Aldea y Mogán.
En el extremo norte del municipio, este impactante acantilado surge debido al gigantesco deslizamiento gravitacional que dio lugar al Arco del Andén Verde, la mordida que corta tajante el noroeste de la isla. Sin lugar a dudas, en cualquiera de sus picos y degolladas nos encontraremos ante una de las panorámicas más impresionantes del Archipiélago.
Un precipicio que despeña al Atlántico y que permite contemplar en su perfil el apasionante nacimiento de la isla. Largos y hermosos diques lo atraviesan en muchas direcciones mostrando escenas inolvidables para la memoria de cualquier geólogo, y una variedad poco común de minerales se ofrecen a la vista.
Especiales son también los estrechos andenes que lo conforman; diversos en materiales y colores permiten dibujar distintos momentos eruptivos de aquel primer episodio fundamental en la historia geológica de la isla.
Los estrechos andenes de este imponente acantilado, permanentemente expuestos a la influencia marina, son el hogar de un amplio catálogo de plantas adaptadas al insistente viento alisio, y a la pobreza y alta salinidad de sus suelos. Esta fortaleza natural se encuentra entre los espacios que, en relación a su superficie, acogen un mayor número de endemismos grancanarios, algunos sólo localizados en sus repisas.
La siempreviva de La Aldea (Limonium benmageci), el corazoncillo (Lotus callis viridis) o el saladillo blanco aldeano (Polycarpaea sp.) son tres plantas que únicamente se han localizado asociadas a los imponentes acantilados del occidente grancanario.
Este acantilado, además, es un santuario para las aves marinas. Supone un espacio de vital importancia para las aves oceánicas que nidifican en la isla. Una de las mayores colonias de pardelas cenicientas del archipiélago canario encuentra en sus andenes el lugar perfecto para reproducirse.
Además, es muy probable la presencia como reproductores del petrel de Bulwer y el paíño europeo, así como de otras especies hasta ahora desconocidas.
Uno de los escenarios más paradisíacos de Gran Canaria es el que encontramos en la Punta de La Aldea. Un suculento matorral, dominado por tabaibas dulces, tapiza las viejas laderas que conforman el extremo occidental de la Isla, y junto a la pequeña cala de El Puertito, los bajíos y los cantiles marinos permiten disfrutar de una estampa idílica.
En este ambiente conviven numerosos arbustos exclusivos de la región macaronésica, las leñas buenas, siemprevivas de la costa, salados, toldas o espinos aportan color y ofrecen refugio y sustento a la fauna local.
Esta zona húmeda está entre las más interesantes de Canarias. Ocupa gran parte de la desembocadura del barranco de La Aldea y reúne condiciones que la hacen especialmente atractiva para numerosas aves acuáticas-residentes y migratorias- y multitud de pequeñas aves forestales que encuentran lugar de cría, alimentación y descanso en un extenso bosquete de tarajales.
Se trata de uno de los ambientes más cambiantes del municipio que evoluciona constantemente en función de la presencia del agua. En las estaciones más frescas y húmedas destaca la invernada de distintas especies de garzas, limícolas y anátidas que llegan en busca de mejor clima desde regiones frías. En el periodo seco, los invertebrados y las aves residentes son los principales protagonistas.
Casi lindando con la hoya del Salado, un extenso cardonal tapiza las laderas que desde la cresta del macizo de Tirma-Azaenegue descienden hasta el Barranco Grande. En él destacan viejos ejemplares que llegan a ocupar superficies que superan los 50 metros cuadrados. La espectacularidad de las plantas, sumada a la belleza de las panorámicas que se contemplan de La Caldera hacen de este lugar un espacio mágico.
Un rincón exclusivo donde disfrutar del que posiblemente sea el ecosistema más singular del Archipiélago, el matorral suculento, un peculiar conjunto de plantas crasas con curiosas adaptaciones que pinta un paisaje verdaderamente exótico.
A lo largo del barranco de Pino Gordo, que nace en el cortijo de L’inagua y muere en el Barranco Grande, frondosos palmerales que se entremezclan con el pinar visten de verde el cauce y pintan uno de los escenarios más exóticos del oeste.
Al interés florístico de estos bosques se une el de los grandes paredones que encajonan algunos de los tramos del barranco y que suponen el mejor de los refugios para numerosos y raros endemismos rupícolas.
Los riscos de Pino Gordo son el refugio de algunas de las plantas más escasas y amenazadas de Gran Canaria, por ejemplo, el cabezote o el tomillón blanco (Micromeria leucantha), un taxón restringido a puntos muy concretos del oeste.
La Hoya de Artejévez, en las faldas de la montaña de Los Cedros, alberga el mayor bosquete de almácigos que se conserva en el Archipiélago. Este reducto de biodiversidad, buena muestra de bosque termófilo, permite imaginar el paisaje vegetal que dominó gran parte de las hoyas y laderas del Valle antes del proceso de deforestación al que lo sometimos los humanos.
Además, en este frondoso almacigal, es posible disfrutar de esbeltas palmeras canarias, acebuches, guaydiles y de un interesante grupo de plantas con fruto carnoso, en el que se encuentran, por ejemplo, el tasaigo y la yerbamora. En definitiva, una extensa lista de especies exclusivas de Macaronesia, Canarias o Gran Canaria, todas vinculadas a este interesante ecosistema.
Este pinar es una hermosa muestra de pinar canario, posiblemente la mejor representación de pinar seco que existe en el Archipiélago. Se trata de una masa boscosa en buen estado de conservación con una importancia botánica más que considerable. Tanto el bosque como su entorno próximo dan refugio a una enorme lista de endemismos grancanarios, algunos sólo localizados en este espacio.
De entre todos, destacan por su rareza las jarillas amarillas (Helianthemum bistropogophyllum e inaguae), el único drago de Gran Canaria localizado en el municipio (Dracaena tamaranae) o la siempreviva del pinar (Limonium vigaroense).
El pinar de Inagua es el hogar de la mayoría de aves forestales presentes en la isla, entre ellas, el pinzón azul -joya ornitológica- y el picapinos. Digna de ser resaltada es la variedad y abundancia de invertebrados, por ejemplo, el cigarrón palo, la mariposa sátiro de Canarias (Hyparchia wisii), la teresita (Pseudoyersinia canariensis)o Buprestis berthelotti, entre muchos otros endemismos.
El bosque de pinos de Inagua es la principal área de distribución del pinzón azul en Gran Canaria, un ave rara y escasa descrita para la ciencia a comienzos del pasado siglo, que despierta el interés y la simpatía de multitud de personas a lo largo y ancho del planeta y se ha convertido en atractivo para numerosos ornitólogos que sueñan con disfrutar de su presencia.
Abrupto, indómito y salvaje. Este conjunto de montañas, barrancos y playas constituye un espacio natural único donde la geología destaca por encima de todo. Una extensa amalgama de formaciones rocosas permiten disfrutar plenamente de un espectáculo que sólo el vulcanismo de esta isla oceánica ha sido capaz de crear.
El abrupto relieve del macizo de Guguy es el ambiente ideal para la mayoría de rapaces que viven en la isla y para el cuervo. Las escarpadas paredes de sus barrancos y acantilados son el hábitat de aguilillas, cernícalos, gavilanes, búhos, lechuzas y, en el pasado, lugar de cría del guincho o águila pescadora, que actualmente solo es visitante esporádico durante la migración.
Los riscos de Guguy también son uno de los últimos relictos en la isla para las pequeñas aves en cierto modo dependientes de ambientes rupícolas, por ejemplo, el gorrión chillón, conocido por los campesinos como risquero, o el camachuelo trompetero, “pájaro moro” para los locales.
Además, en las grietas de estos cortados rocosos se refugian, al menos, dos especies de quirópteros, los murciélagos rabudo y montañero. Y en sus andenes las pardelas cenicientas han establecido algunas de las colonias de cría más numerosas de la isla.
Surcando la crestería de Los Molinos, y con su boca orientada al barranco de Tasarte, Higuera Prieta es un hermoso cañón que debemos a la paciencia infinita del agua. Un paisaje sobrecogedor que permite contemplar las cicatrices que el tiempo y la erosión han dejado en la zona más antigua de la isla.
En sus impresionantes riscos se aprecia la fuerza indómita del vulcanismo isleño. Y el cauce, caprichoso y encajonado, convierte este barranco en un refugio inexpugnable para la vida. Ejemplo de ello, una colonia de petrel de Bulwer recientemente descubierta.
Sobre las erosionadas laderas del macizo Tirma-Azaenegue, concretamente en Cueva Nueva, Los Hoyetes o el Sabinal, afloran llamativos azulejos que nos indican los bordes de la legendaria caldera que se origina tras el colapso del Volcán Tejeda. Los intensos colores de estos materiales se deben a las reacciones hidromagmáticas que los alteraron mientras caminaban hacia la superficie.
Estos coloridos estratos, especialmente llamativos en la cabecera del Barranco de Veneguera (Mogán), constituyen una de las estampas más populares de Gran Canaria. Y no es para menos, ya que representaciones tan significativas como las de este sector de la isla no son nada comunes.
Al extremo oeste del macizo de Inagua, tras millones de años de desmantelamiento, y como si de una escalera se tratase, la potente tarta de coladas que vomitó el primigenio Volcán de Tejeda se presenta desnuda ante nuestros ojos ofreciendo una estampa difícil de olvidar. Estos andenes se encuentran entre los escenarios naturales más bellos del Archipiélago.
Transitarlos puede convertirse en una de las experiencias más bonitas porque, además de por su propia espectacularidad, estos andenes permiten contemplar una inolvidable panorámica del macizo de Guguy y las Rampas del Suroeste.
Para una información más detallada, disponemos de un magnifico material (guía y vídeo), accesible desde la página web de Geolodía, a la que han denominado: “Pisando Colores: Los Azulejos de Mogán-La Aldea“.
Deportes
En el deporte destaca el Unión Deportiva San Nicolás, equipo de fútbol local que se encuentra en la segunda regional del grupo 1 de Las Palmas. Su uniforme titular es camiseta amarilla y pantalón negro, y la segunda equipación es toda negra. Juega en el campo de Los Cascajos con una capacidad de 550 espectadores aproximadamente.